ElMero Grupos norteños en san diego sin oír los acordes de un acordeón, carecería de sentido. En este lugar, la noche se ilumina con el zapateo, los sombreros y los requintos que se propagan por cada vecindario. Desde los clubes más contemporáneos hasta los asados de carne en la banqueta, los grupos de la región han hallado el lugar ideal para sobresalir. San Diego es un lugar donde la mezcla fronteriza tiene un impacto significativo. ¿Quién sostiene que únicamente en el norte se disfruta de la “bailada conjunta”? Esta ciudad, con su atmósfera marina y tacos en cada rincón, resguarda valiosas joyas musicales que muy pocos pueden percibir.
A veces, durante la semana, resulta asombroso oír a un grupo de personas ensayando en un garaje, los vecinos con la oreja sujeta a la pared — nadie se molesta, todos buscan escuchar. El corrido resuena con intensidad y las bocinas se desplazan por las calles. Los fines de semana representan otra realidad. El sonido del bajo sexto envuelve las celebraciones familiares, mientras las tías elaboran el guacamole y los tíos afilan los ingredientes para el “taconeo”.
Las delicias llegan los viernes y sábados. Bares que solo pueden albergar tres mesas se transforman en pistas de baile. Un instante estás solicitando una chela, y al siguiente ya estás acomodándote al ritmo suave de la cumbia norteña o al romanticismo del bolero ranchero. Es inalcanzable permanecer sentado, la música te captura. Y allí observas de todo: jóvenes con botas blancas, ancianas ansiosas por ser las primeras en la pista, parejitas aprendiendo pasos, e incluso gringos con sombrero intentando entrar.
El ambiente festivo se propaga. Cada individuo posee su equipo preferido, pero la realidad es que el talento es inmenso. Cada temporada surgen nuevas bandas, con nombres de carácter chusco o homenajes a los grandes de siempre. Todos batallan por ese instante mágico, por una audiencia que cada vez demanda más gusto en los acordes. Y por último, la fusión se encuentra en cada rincón: norteño con banda, pop con rancheras, incluso hip-hop con acordeón. La inventiva no cesa.
No mencionar los acontecimientos comunitarios. Ya sea en ferias educativas, festividades en el parque o incluso en matrimonios en jardines posteriores, siempre existe un grupo dispuesto a dejar todo en el escenario. Sus vivencias de batalla, emigración, amor y celebración quedan plasmadas en cada melodía. En ocasiones, el vocalista relata historias entre melodías, causando risas o suspiros. Te percatas de que en San Diego, la música norteña es tan genuina como la salsa picante a menudo.
Un acordeón resuena a lo lejos entre las luces de la ciudad. Tal vez mañana sea otro grupo el que se lleve el espectáculo, pero estoy convencido de que las bocinas volverán a explotar. No es simplemente tradición; es identidad, felicidad y una invitación abierta para disfrutar en conjunto. ¡Que continúe la celebración, que los colectivos norteños no se detienen!